Sucedió en una estación de metro de París. Estaba llena y los franceses del lado se pusieron a pelear.
Empezó como una discusión. Alguien había hecho algo reprochable, quizás colarse en la fila. Otro se lo había reprochado. Gritos fueron intercambiados. Otras personas -familiares del reprochante- se unieron. Los decibeles fueron escalando. Mis más de 20 años de vida consciente en Colombia me habían preparado para esta ocasión. El algoritmo de twitter que termina siempre coptado por videos de peleas callejeras me habían anticipado lo que le sigue a una discusión cuyo volumen se va elevando. Con prudencia colombiana di dos pasos al costado, a la espera del primer batacazo. Nunca llegó.
La siguiente pelea que presencié en Paris ya no me tomó por sorpresa. Para ese momento algo había avanzado en mi lectura de How the French Think -qué bueno sería que alguien escribiera el How Colombians Think- y ya entendía que para el francés la confrontación de ideas es esencial. Es su método. Su manera de llegar a la verdad. Ahora cuando veíamos a dos parisinos arriesgar caerse de sus bicicletas por estar atrapados en la más feroz de las griterías solo decíamos: “qué bonito, dos franceses intentando llegar a la verdad”.
No sé si alguna vez llegaron a la verdad, pero sin duda nunca llegaron a los puños.
El contraste con las peleas colombianas es evidente. Parece que acá hay algo de vergüenza en no pasar de la agresión verbal a la agresión física. Cobardía pura. Algo que se inculca desde el colegio. Me acuerdo que en un partido de fútbol cuando estabamos por ahí en quinto de primaria, el papá de un amigo lo regañó por no irse a los puños con los del otro colegio. A ese papá lo matarían un año más tarde al parecer por enredos de narcos (ay Colombia y su eterna violencia, diría el presidente).
Lo otro que me parece evidente es que la confrontación colombiana no hace parte de un método racional sino que es la consecuencia de emociones reprimidas. Yo creo que si uno pudiera ver las estadísticas se sorpendería con que Francia tiene más discusiones violentas que Colombia, pero apenas una fracción de las peleas físicas que ocurren acá.
El sistema de purga francés -en el que tienen la oportunidad de expiar sus frustraciones y sus iras a bajo costo- es mejor que el colombiano, en el que el colombiano -que es tan bueno para aguantar- aguanta y aguanta hasta que por fin estalla; y, usualmente, de la peor manera. Y es que si a los parisinos les basta la confrontación con el fellow parisino para descargar, a los colombianos les queda más difícil. Ir al estadio es uno. Mockus en alguna campaña se inventó un muñeco al que se podía reprochar físicamente. Por ahí en Bogotá hay un negocio con pinta de negocio fallido en el que uno puede pagar para desatar la ira contra algún manequin. De resto no hay mucha oportunidad para desfogar la ira.
Gritarle a un fellow colombiano en la calle cuando uno lo sorprenda en pleno comportamiento antisocial no va porque el tipo seguramente anda tan reprimido de ira que no puede conformarse con enfrentarse a uno, sin puños, en la noble búsqueda de la verdad.
Recomendación de la semana:
Libro: Takeover: Hitlers final rise to power por Timothy Ryback
Me encantó este libro sobre los días definitivos del ascenso de Hitler. Parecía que iban a poder neutralizar la amenaza Nazi, pero la ambición de unos -y la terquedad de Hitler- terminó volteando la situación. Una historia fascinante y muy asustadora.
Esta semana en Atemporal: Entrevisté a Luis Pacheco, exdirector de planificación de PDVSA, sobre la toma chavista de esa petrolera, la historia del petróleo y su intersección con la política de Venezuela, el paro petrolero contra Chávez, errores cometidos, y mucho más!
Esta edición del newsletter es posible gracias a COMFAMA. Me gustó un video que vi de COMFAMA en el que contaban cómo habían logrado pasar a una semana laboral de 5 días para todos sus trabajadores sin dejar de prestar sus servicios habituales (incluso en fines de semana). Con un sistema eficiente de turnos, lograron que muchas personas puedan programarse y tener suficiente tiempo para actividades valiosas: visitar familia, ocio, deporte.
Eso me parece muy valioso de COMFAMA: están constantemente poniendo sobre la mesa temas importantes para el futuro del trabajo. En esta nueva era que está a la vuelta de la esquina, los líderes de organizaciones bien harían en acudir al conocimiento acumulado en siete décadas de existencia y trabajo que tiene COMFAMA.
Me hubiera encantado leer esto antes de estar por primera vez en París. Tal vez así no me habría sentido tan fuera de lugar en medio de discusiones acaloradas en la calle o en el metro, donde yo solo veía peligro y otros veían método.
Recuerdo que también me tomó por sorpresa esa intensidad parisina: el idioma, la velocidad, el tono de voz que a veces se confunde con furia. Yo iba cargado de otras referencias, otras formas de conflicto… y quizás también de cierta expectativa romántica. Justamente lo escribí hace poco en mi publicación sobre ese desconcierto de llegar a París con los ojos bien abiertos pero sin saber muy bien qué hacer con todo lo que uno ve.
Supongo que hay viajes que solo se entienden del todo al regresar. Y este texto confirma muchas cosas que apenas estaba empezando a intuir. Gracias por eso.
Somos un país endémicamente violento.
Somos pobres por ser violentos.
Somos violentos por nuestras lealtades fanáticas.
En The Righteous Mind de J. Haidt, uno se siente plenamente descrito como sociedad.