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De acuerdo. Se ha distorsionado el concepto.

Al final: “Somos lo que hacemos” (así señaló el historiador estadounidense W. Durant para resumir el pensamiento de Aristóteles acerca de la excelencia). Solo lo que hacemos nos define; ni lo que pensamos, ni lo que decimos y mucho menos lo que leemos por ahí.

I. Kant es implacable en sus imperativos categóricos: solo quien se comporta, ES (el acto subordina la etiqueta): aquel que estudia es estudiante, aquel que dice la verdad es honesto, aquel que cumple su palabra es coherente, aquel que se compromete (con actos de servicio y entrega) es confiable, aquel que da (y más importante aún: aquel que se da a sí mismo) es generoso.

Disfrazamos con palabras nuestras carencias (“Dime de qué presumes y te diré de qué careces”); el ego necesita etiquetar precisamente lo que no somos para que nos sintamos acogidos (justificados?).

G. Hegel define el valor social de una persona por sus actos evidentes y no por su bondad aparente. Y con evidentes se refiere a aquellos contrastados por los demás, por los que se benefician o padecen las consecuencias de nuestros actos. Podemos pontificar individualmente, sin embargo la verdad surge de la evaluación del otro, de allí su importancia.

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Me perdonan, pero me disculpan, pero lo comparto al 100%... hablemos del concepto de felicidad que va por lo mismo

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Sabes, la ideología del propósito puede volverse una estrategia para que los individuos sigan auto explotándose en el neoliberalismo del Capitalismo avanzado. Tomémonos un tinto en Noviembre que estaré en Bogotá. ¿Has leído el libro "Work won't love you back"?

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