Uno de los sueños de Jorge Eliecer Gaitán era que Colombia se organizara como una sociedad meritocrática. Quería llegar a la presidencia impulsado por la carga del pueblo pero una vez presidente iba a mirar a otro lado en la búsqueda de los más preparados para gobernar. El deseo de profesionalizar el gobierno no era exclusivo de Gaitán; los movimientos de profesionalización de la burocracia gubernamental brotaron en todas partes en la primera mitad del siglo XX. No deja de ser interesante en todo caso que en el ardiente líder populista habitara el anhelo meritocrático.
Gaitán, lo estableció muy claramente Herbert Braun, era el hombre de las contradicciones. Entre un gobierno que represente al pueblo y uno que lo organice con efectividad, habría optado -sin dudar- por este último.
En general la gente siempre prefiere que al gobierno llegue “la gente más preparada”. No tendríamos que haber experimentado el actual desgobierno para descubrir lo que podíamos ver en una slide de la piramide de Maslow: que antes que sentirse incluida en una comunidad política, la gente quiere ver atendidas sus necesidades básicas.
La gente quiere que lleguen los mejores a gobernar pero solo los valora en past tense. El éxito de los buenos gobernantes se goza tan solo en el pretérito, rara vez en el presente. Más que despertar entusiasmo, los buenos gobernantes están destinados a despertar nostalgia. Ese es el trato. Injusto, pero es lo que hay.
Hoy desde el golfo de América recuerdan con nostalgia al establishment gringo que supo sentar las bases para la mayor época de prosperidad que la humanidad ha conocido. Ese era un gobierno de los mejores pero no particularmente meritocrático. En el libro The Wise Men de Walter Isaacson y Evan Thomas se narran las vidas de los principales miembros del establishment estadounidense luego de la Segunda Guerra Mundial. Es un establishment de élite; vienen de familias de élite (salvo uno); se educaron en universidades de élite; formaron parte, desde muy jóvenes, de círculos de élite.
La tendencia a sentirse desahuciado por un sistema injusto impide ver que hay grandes ventajas en que gobierne la élite. Han desarrollado durante años habilidades necesarias para gobernar: están acostumbrados a mandar; no han dedicado, como el resto, buena parte de su energía cognitiva a subsistir o incrementar sus fortunas y eso les ha permitido pensar en temas importantes del Estado y la sociedad; tienen cierto tufo de superioridad que les permite decidir con convicción. Ese es un tipo de mérito que no saldrá a la luz bajo la lupa de un examen estandarizado y que no puede obtenerse a punta de diplomas universitarios.
En el anhelo meritocrático, que no deja de ser un mero anhelo (perdón por todo), hay también un desconocimiento de cómo la gente llega a los trabajos. La cifra del DANE me parece que es como que el 80% de la gente dio con su trabajo actual por una recomendación de un conocido. A los trabajos suele llegarse por redes y ese es el caso también de cómo un gobernante elige a su equipo. El que llegue a gobernar y decide acoger el clamor popular de escoger a los mejores pero sobre todo de vetar a sus amigos y conocidos -”ni un cargo para los amigos”- a los cuatro años advertirá que se dedicó a procesos de selección y no pudo arrancar a gobernar.
Tiene sentido que uno se lleve a su gente a un nuevo trabajo y eso a veces, con algo de suerte, deriva en el “gobierno de los mejores”, pero definitivamente no deriva nunca en el imposible mérito con el que soñaba Gaitán.
Recomendación de la semana
Libros:
Los dos que mencioné, Mataron a Gaitán de Herbert Braun y The Wise Men de Walter Isaacson y Evan Thomas son de mis libros preferidos. Recomendados!
Esta semana en Atemporal: Conversé con la excodirectora del Banco de la República, Carolina Soto, sobre la excelencia del Banco de la República, las diferencias de liderazgo entre Uribe y Santos, la tensión entre técnica y política y mucho más!
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Hola, estoy de acuerdo con la premisa antes expresada en columnas anteriores, referente a la falta de elites en la sociedad colombiana, he pensado en como puede crearse elites en el pais no circunscritas a circulos de gente con plata y conexiones, cada vez me atrae la idea de una lotocracia para designar ciertos funcionarios publicos, donde se inscriban ciudadanos con liderazco y experiencia en sus sectores, seria una salida para que los mejores esten cerca de la toma de decisiones y salir de la necesidad de poner amigos o cuotas de partidos para que ande el aparato estatal.
Hola Andrés,
Espero que esté muy bien. Usualmente no estoy de acuerdo con sus columnas, pero con esta en particular sí que estoy en desacuerdo. Es un tema demasiado bueno como para tratarlo así.
No solo porque considero que al texto le falta rigor (por ejemplo, al asumir que solo hay un tipo de élite) sino que las razones que da sobre las ventajas de las élites son todas bastante flojas. En realidad, en el texto no hay nada que distinga a una élite de la manera como se comporta la gente con plata, y en Colombia no todas las personas con plata hacen parte de las muchas y muy variadas élites. En otras palabras, su texto no ofrece una buena caracterización de las élites, ni resulta particularmente persuasivo sobre las ventajas asociadas a que hay ventajas en que gobiernen. Y mucho menos hay justificación alguna a la idea de que a la gente no le importa quién la gobierne con tal de que tenga sus necesidades básicas satisfechas. Eso, de paso, es una provocación para el autoritarismo y el abandono de la democracia participativa.
Hay mucha literatura rigurosa en sociología, economía y en ciencia política sobre élites en Colombia y buen gobierno como para presentar textos en los que esta literatura brilla por su ausencia.
De paso, un trabajo excelente sobre elites que espero lo haga apreciar mejor lo que pasa en Colombia es "Elites, Estado y política económica en Colombia durante el segundo tercio del siglo XX" de Eduardo Saenz Rovner, disponible aquí: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=9497062.
Hay que mejorar, Andrés.
Atentamente (y con aprecio),
Andrés Palacios Lleras