No me gusta volar de noche. Por la noche siempre hay mil cosas adicionales que podrían salir mal, como esa vez que perdí mi vuelo diurno (segunda vez en la vida) y el siguiente vuelo que conseguí, a las 9 pm, no había salido todavía a las once porque unos borrachos se rehusaban a bajarse. La actuación de la policía fue deprimente. En vez de obligarlos a bajar intentaron persuadirlos. La autoridad reducida al combate argumentativo, en el que -hay que decirlo- no son tan buenos como los borrachos, que obviamente -estamos en Colombia- resultaron ser leguleyos.
Uno de los borrachos, abogado, claro, aprovechó la confrontación para hacer repaso de sus conocimientos de derecho, que, al parecer, no superaban el primer semestre pues el tipo tuvo la osadía de citar a Kelsen. Así como lo escuchan: el leguleyo, cansado de reiterar que estaba en todo su derecho de “no abandonar el avión como tal”, invocó a Kelsen.
Si usted no sabe quién es Kelsen, no se preocupe. No tiene por qué. Kelsen es un autor que enseñan en primer semestre de derecho y tiene un cuento de una piramide, que está muy bien para una introducción al derecho pero no para traer a colación cuando uno le está gritando, a traves de su tufo, a una bachiller de policía.
He pensado estos días en los teóricos del derecho vs los teóricos de la economía. Lo que he pensado: nadie cita a Kelsen, excepto un borracho leguleyo en un avión.
A los economistas, en cambio, los citan todo el día. Marx, Keynes, Hayek, Friedman. Ahora citan a Mazzucato y a Piketty. Y para contrarestar los otros citan a ¿Milei?
En fin, los autores que leen los economistas parecen más onmipresentes en la vida cotidiana que Rawls, Dworkin y nuestro amigo Kelsen. El poder de los economistas en el mundo actual, explica Jorge Iván Gonzalez, tiene que ver con que “sus modelos imaginarios son aceptados por la sociedad, como lo fue el dogma cristiano durante siglos”. No es, según Gonzalez, porque la economía sea más ciéntifica o porque sea más “cercana a la verdad”; su éxito reside “en la fuerza de su relato y la contundencia de su lenguaje”.
Mi sensación es que los grandes cambios de las sociedades están motivados por ideas económicas. Incluso los más prácticos de todos, decía Keynes, son esclavos intelectuales de algún economista muerto hace rato.
Me provoca decir entonces que en el pulso entre economistas y abogados son los primeros los que salieron vencedores. Pero luego uno ve Colombia y su capacidad de ponerle trabas a todo y de, como diría mi yo universitario, perpetuar el status quo. Hace años que me alejé del derecho pero entiendo que desde entonces los abogados colombianos han sabido inventarse tres o cuatro instancias judiciales adicionales para que ningún proceso culmine nunca. Antes del 91, dice Maria Mercedes Cuellar, los economistas manejaban el país. Ahora son los abogados los que están a cargo.
Quizás la manera de constatarlo no sea esculcando las mentes de los ciudadanos. Que Marx perviva en unas y Hayek en otras puede que no sea lo verdaderamente importante a la hora de juzgar quién gano entre economistas y abogados. Quizás más diciente sea el hecho de que cuando ese leguleyo optó por citar a Kelsen, la cita fuera lo de menos, pues lo verdaderamente crucial era que la policía estaba maniatada y no podía agarrarlo de las solapas para bajarlo del avión probablemente porque algún abogado ya había descifrado la manera de amarrarle legalmente cualquier asomo de autoridad.
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