No está fácil lidiar con el presente.
Tampoco debió ser fácil el 09 de abril de 1948. Hoy por lo menos uno se asoma a la plaza de Bolivar y no ve precisamente una situación de guerra.
Todavía la gente va a los cafés, y todavía los oficinistas taponan amplias avenidas con su formación al marchar tras el almuerzo, y todavía uno se puede comer un helado de arequipe salado de Orso en una esquina (disclaimer: no son patrocinadores, pero el dueño me cae bien). Vaya usted a comerse un helado un 10 de abril del 48 en la avenida Jimenez con décima.
Y aún así “en 1948, Mario Laserna se graduó como matemático en la Universidad de Columbia, fundó la Universidad de los Andes y contrajo matrimonio”. Así empieza la biografía de Mario Laserna que escribió Luis Fernando Molina. A Mario Laserna el año 48 le rindió. A uno en cambio se le ha ido el 2025 leyendo tweets del presidente.
Me parece haber oído a un ideólogo de Trump explicar que el torrente desbordado de noticias y escándalos que produce Trump no es accidente sino que hace parte de su manera de gobernar. Los sucesos ininterrumpidos mantienen contra las cuerdas a la oposición y cuando están terminando de definir qué hacer respecto del último ya uno nuevo acaba de salir del horno.
“La iniciativa es poder” me recordaba uno de mis entrevistados y hay que reconocer que la única persona que la ha tenido en estos años ha sido el presidente. Nos ha atrapado en un eterno presente que no da respiro.
Hay dos cosas que me han servido para escapar del eterno presente. La primera ha sido mi investigación de las revistas Semana del año 1990. Cuando uno ve que el problema en enero del 90 era qué hacer con los miles de sicarios que habían quedado desempleados, los problemas del presente pierden algo de gravedad. La segunda es una tertulia que empezamos con amigos hace unos meses. Creo que a toda persona que sienta impotencia con un país cuyos sucesos se salen de su control le conviene empezar a reunirse con amigos y conocidos a conversar. Uno nunca sabe qué pueda salir de esas reuniones. Tampoco tienen que tener un objetivo concreto, pero hay que recordar que lo que impresionó a Tocqueville de la democracia de Estados Unidos fue la cantidad de asociaciones de ciudadanos: se juntaban para todo, para lo importante y para lo trivial, y así, sin buscarlo demasiado, consolidaban la naciente democracia.
Decíamos en nuestro libro Ante todo, hacer algo que hay situaciones que lo sumergen a uno en el tiempo muerto, ese modo de vegetar en el que se está a la espera de que algo cambie. El Bogotazo podría haber sido la entrada al tiempo muerto para Mario Laserna. En cambio, “el 9 de abril fue el mejor argumento para la fundación de la Universidad de los Andes”, diría luego.
El vértigo de presente que impone el presidente se siente muy parecido al tiempo muerto. Estamos a la espera de que llegue el 2026 y que nos podamos bajar de la montaña rusa. A veces escapo al pasado y eso me da perspectiva; otras veces al futuro, sembrando inciertas semillas que pueden o no pelechar. Pero también hay escape al presente. Solo que a otro presente, no al vertíginoso que crea el presidente. El presente de comerse un helado de arequipe salado, que todavía puede disfrutarse en una esquina cualquiera de la capital.
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Esta semana en Atemporal: Entrevisté a la exdirectora del DNP, Alejandra Botero Barco, sobre su inesperado regreso a Colombia, de donde había salido tras la arremetida terrorista de Pablo Escobar contra su familia. Hablamos de la gestión pública, la solución técnica a problemas eternos del país (como el de la tierra), su legado familiar y mucho más!
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Este sí me gustó. Cabe anticipar que 2026 será aún más vertiginoso, que se irá aún más rápido, y que al final de él Gustavo Petro habrá puesto nuevo presidente.