Siempre me he imaginado que el fin del mundo será un fogonazo nuclear. A juzgar por lo cerca que hemos estado ya, no se me ocurre un escenario de extinción más probable.
A veces me estoy lavando los dientes y se me ocurre que ahí —en medio de esa actividad trivial— me podría sorprender la luz fulminante. Estas son quince escenas en las que me imagino la llegada del fin:
En la fila detrás de uno de esos colombianos que se demoran años en evacuar el cajero automático.
En la fila del cine, detrás de uno de esos clientes que no aprovechó ninguno de sus veinte minutos de espera para decidir película y cuando llega su turno le pregunta a la cajera «¿Qué hay para ver?».
Desesperado, intentado adelantar a una cuadrilla de oficinistas que copó todo el andén después del almuerzo.
Escuchando Opus en un carro alquilado y acelerando por una carretera desierta a medida que el beat lo pide. Espero el drop, preocupado de no poder controlar el carro si la canción me pide que siga acelerando y finalmente siento alivio cuando truena el silencio aturdidor.
Lavándome los dientes mientras la cantante dice But if the world was ending you’d come over, right? Y pensando que si el mundo se estuviera acabando no creo que ella viniera.
En plena entrevista con Uribe en el instante preciso que dice: «Le voy a contar algo que nunca he dicho en público».
En Tunja en el año 2074, en una conferencia de Churchill (a quién la biomedicina tras años de fracasos por fin ha logrado revivir), apenas termina la frase no me cabe duda de que el Imperio Británico está destinado a durar otros mil años. Boom.
Viendo la segunda película del señor de los anillos justo en el momento en el que Theoden mirando desde la muralla dice: So it begins.
En el restaurante Andrés Carne de Res en las afueras de Bogotá luego de haber mentido —«me encanta esta canción (El comején)»— para poder bailar con Miss Sabaneta 2017. Suena En los años mil seiscientos y en cuestión de segundos Miss Sabaneta descubre que la salsa no es lo mío ni yo lo suyo y su sonrisa se desfigura en un limbo entre la compasión y la decepción.
El día que pierda la cabeza y me aparezca en la portería del club Los lagartos gritando que traigo una orden expresa de Enrique Primero de Bogotá para expropiar ese club. Para evitar el escándalo me dejarán entrar a los termales y ahí, mirando las garzas tomar vuelo hacia un atardecer perfecto, sentiré que el calor del termal se hace inmanejable y el cielo toma un color que nunca antes le he visto.
En las escaleras del Lincoln Memorial, en medio de mi demostración pacífica con la que pretendo ganar asilo político (es el año 2027 y gracias a los colombianos vivatos en todo el mundo ya nadie nos da asilo a los perseguidos).
En la sala de la casa discutiendo con mi mamá si no será demasiado colesterol pedir una pizzita de Dominos.
En plena clase de pilates (a la que entré con la lógica de «si las señoras pueden, qué no voy a poder yo»), pensando que al menos todo este sufrimiento servirá de algo en el futu—.
Posesionándome (por fin) como cónsul en Lisboa, mirando desde el balcón las ropas colgadas de los portugueses batirse con el viento y confirmando lo que siempre sospeché, que soy un Pessoa pero con plata; y de repente veo que el practicante junior ya va subiendo por Rua de Braguerinha en estricto cumplimiento de mi primera orden ejecutiva como cónsul —¡soy un Pessoa con poderes ejecutivos!— de traer, cuanto antes, doce pasteles de nata. Es en esa instantánea, con el cónsul Acevedo en el balcón del número 237 de Rua de Braguerinha, donde se sintetiza todo lo que siempre he querido. Entonces suenan los primeros y últimos gritos ahogados.
En una pastelería en Coimbra viendo a la cajera Gabriela, que tenía esa sonrisa descomponedora, y preguntándome si pierdo algo invitándola a sal—.
Recomendación de la semana
Temakis para el fin del mundo:
Esta semana en Atemporal: Entrevisté al expresidente Cesar Gaviria sobre su dilema entre ser académico o volverse político, la campaña de la revolución pacífica (responder con más democracia en vez de autoritarismo al problema de orden público de los 90), algunos días clave de su presidencia, por qué no se ha retirado y mucho más! Un hito en la historia de Atemporal, espero que la disfruten.
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¿Has leído "Nuestros Churchilles" de Antonio caballero? He estado siguiendo el podcast y me preguntaba si cabe la visión algo antagonista sobre personajes como Gaviria, Barco y otras figuras que para mí han cobrado importancia recientemente gracias a escucharte.
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