A la hora de empezar un proyecto, el recurso más escaso es el entusiasmo. Ya en julio el que se anotó para ir al gimnasio todo el año lleva dos meses sin aparecerse por allá. Ya la que se propuso escribir por fin esa novela la engavetó y el que dijo en enero que iba a leerse un libro al mes ya debe cinco. Los aires de enero son engañosos porque hacen creer que el entusiasmo es una sustancia que no se agota.
El peligro, la mayoría de veces, está en la sobrepreparación. El que dice que va a hacer algo y pasado meses no lo ha hecho saca la misma excusa siempre: ha estado preparándose. Prepararse y hacer son actividades parecidas pues fatigan el cerebro, pero confundirlas es un error letal. Solo haciendo se le empieza a dar forma a un proyecto, y, más importante, solo haciendo se retanquea el entusiasmo.
Llevo dos meses aplazando una entrevista con una figura que fue central al proceso de paz con las FARC. No me siento listo. Siento que no sé nada sobre ese proceso. De hecho, cuando intento recordar qué estaba pasando en mi vida por esos días solo me vienen a la cabeza los más vagos recuerdos. Y eso que en ese momento estaba terminando derecho y fue tan significativo cuando perdió el sí que compañeros de Los Andes —universidad a la que otras universidades le cantan barras por no marchar— salieron a marchar. Y yo ni me di por enterado. Supongo que todos tenemos derecho a nuestras épocas de apatía política.
Pero me distraigo. Llevo dos meses aplazando una entrevista porque no me siento preparado. La solución ya la sé: concretar la fecha de la entrevista. Una vez se vuelve inevitable, estoy seguro —pues lo he vivido cientos de veces— me obligaré a estudiar el tema. No es cuestión de esperar a alfabetizarme en el proceso de paz para poder hacerla: es forzarme de tal manera que cuando llegue la fecha convenida yo ya sea un experto en all things peace.
No voy a esconder entre líneas el punto de este ensayo. Esto es lo que quiero decir: LIBERTAD PARA VENEZUELA. Mentiras. Ahora sí: la preparación y el hacer no son etapas separadas. Al menos no deberían serlo. Eso es algo típico de la educación formal: primero se estudia cuatro años, luego se aplica. El mundo real no responde bien a esas dinámicas, pues exige acción y preparación intercaladas, intermezcladas, todo el tiempo, everything everywhere all at once, y ninguna de las dos etapas se acaba nunca.
No hay mejor manera de forzarse a prepararse que comprometerse a hacer. Si el entusiasmo es vino que se está regando de la bota esa de la que toman los que van a toros, entonces el mecanismo de rendición de cuentas (comprometerse con alguien más —el entrevistado, el cliente— a hacer) es la pita con la que se tranca el desangre del entusiasmo.
La fórmula no es prepararse para hacer: es comprometerse a hacer para prepararse.
No es entrenar para ver si uno se decide a correr la maratón: es inscribirse a la maratón para obligarse a entrenar. Anunciar el lanzamiento, reservar el hotel, concretar al entrevistado. Antes que el huevo o la gallina, alguién se comprometió a poner un huevo.
Recomendación de la semana
Soundtrack de la semana: Mood Venezuela
Esta semana en Atemporal: Conversé con el exministro de Hacienda Hugo Palacios sobre el país que le tocó, la crisis financiera de los 80, la toma del Palacio de Justicia, el llanto de Belisario Betancur, y mucho más!
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Aquí pueden conocer el catálogo de libros para préstamo que tiene COMFAMA en sus bibliotecas, algunos de ellos en versión digital.
Del plan a la acción, en mi caso funciona muy bien dejarlo fluir, planteo la idea, y arranco a trabajarlo con calma y sobre todo con la firme convicción de finalizarlo, en el camino se va armando todo, con algo de disciplina y muchisimas ganas.
En palabras de Andrés Camargo “Acabativa”