Es un signo de nuestra época que las compañías se han arrodillado frente al consumidor medio. Históricamente, la más presta a hincar ha sido siempre Netflix, que ahora anunció que en sus producciones los actores van a estar diciendo lo que acaban de hacer y verbalizando lo que ha venido pasando en la trama para que nosotros -pobres espectadores- podamos escrolear en el celular sin perdernos la película.
Entender al consumidor es una ventaja. Adaptarse a los cambios en sus patrones de consumo también. Pero ya ser un vendido es de mal gusto.
Los que están atentos al mercado, haciendo encuestas, conversando con sus clientes suelen sentirse superiores porque saben algo que el resto no. Y tienen razón. Pero cada vez más usan esa información superior para rebajarse al nivel del consumidor promedio.
El creativo y el político viven en la misma tensión entre ir a donde esté la gente o liderarlos a una nueva dimensión. Ford optó por lo último y se puso a ensamblar carros en vez de ensillar caballos “más rápidos”, como dijo célebremente. Netflix una y otra vez opta por lo primero y por eso en un periodo de cinco años, durante el peak del wokismo, produjo una cantidad de series y películas que, intentando no ofender a nadie, terminaron por no gustarle a nadie. Incluso series buenas como This Is Us tuvieron sus descaches: hay una temporada entera (malísima) en la que los actores tenían un tapabocas puesto todo el tiempo. ¿A quién se le ocurrió que el entretenimiento durante la pandemia tenía que ser un recordatorio -casi una campaña educativa- de que estabamos en pandemia? No sé, pero es el testimonio de una época en la que todo el mundo creyó que todo -el entretenimiento, la política, el arte- tenía que adaptarse a lo que (ellos creían que) la gente quería.
Hubo una época en la que entre el folclor de los representantes políticos surgía uno o dos políticos excepcionales. Personas que no emulaban al votante medio; tenían cierta altura, cierto talante, un compromiso descomunal con proyectos adelantados a su tiempo. Hoy parece que todo político está capturado por el votante medio, al que intenta apelar y termina por imitar. Pareciera que se atontan voluntariamente. Para la muestra Trump, Biden, Boris Johnson.
No se me ocurre peor captor que la masa. Por lo menos el oficial de la KGB sabe que lo tiene encerrado a uno para que confiese lo que sabe sobre tiempos de entrega de Amazon en el municipio de Sonsón. La masa ni sabe para que lo capturó a uno, ni quiso nunca tenerlo entre sus manos.
Además queda uno al vaivén de un ente que cambia de moda a la velocidad que el Newcastle cambia de director técnico. Cuando Netfllix está terminando de producir el cuarto episodio de la serie sobre Luigi Mangione, a la masa ya se le ha olvidado que alguna vez se obsesionó durante un día y medio con Mr. Spaghetti Man.
El motto de Y Combinator es make something people want (construye algo que la gente quiera). Y es una heurística útil cuando el objetivo es construir una empresa de great success como diría Borat. ¿La mayoría de gente ve televisión mientras mira el celular? Make something people want. ¿El votante medio no sabe leer ni escribir? Become something people want. ¿A la gente le gustan las canciones de reggaeton que no tienen ninguna referencia salvo instagram, alcohol, y ropa de moda?
Después de esa rutina que a Instagram subió
Un mensaje en el DM de una dejé yo, ah
Y si te sientes solita
También ando solo y quiero darte castigo
No soy chichipato, yo te doy efectivo*
*Actual lyrics.
Pegarse de la masa cuando se necesita ser masivo tiene su lógica. Pero hay que recordar que la alternativa existe. La función de grandes artistas, de grandes líderes, no es servirle a la masa: es abrir nuevas avenidas para que la sociedad fluya. De lo contrario, en el mundo según Netflix, seguiremos revolviéndonos en la sopa de nuestra propia mediocridad.
Recomendación de la semana
Película: American Fiction
Una película sobre hacer cosas para agradar a las masas. Muy divertida y una crítica aguda de los últimos años. Está en Prime.
Esta semana en Atemporal: Conversé con el periodista Jorge Espinosa sobre la radio y su influencia en el estado de ánimo del país, el divorció de realidades en la opinión pública y si Colombia está tan grave como Estados Unidos en ese aspecto, libros preferidos y mucho más!
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Ya lo habías señalado: jamás fue "tan fácil ser de élite".
Y creo que siempre ha sido así, lo que pasa es que hoy es más evidente.
Todo (por la 2° Ley de la Termodinámica) tiende al caos, al desorden, todo sistema está condenado a perder energía. Lo fácil es nivelarse por lo bajo.
PS: bacana la referencia a Sonsón, mi pueblito..., el pueblito de mis antepasados.