El próximo año sí pienso leer como un degenerado. Sin moderación, sin pena, y sin pedir perdón.
Ya mucha gente me pregunta cómo hago para leer tanto. Les parece que leo mucho. Cuando se termine este año habré leído un poco más de 40 libros. Más de los que lee la gente, sin duda, pero el próximo año quiero leer todavía más.
Antes de que me respondan con sus agudas observaciones de que lo que importa es la calidad y no la cantidad, o que el único libro que uno debería leer es El Quijote o alguno bien aburrido de Kant, permítanme elaborar.
Creo que hay un tema que suele pasar desapercibido y es que las ventajas competitivas de las personas excepcionales suelen moldearse a partir de los desbalances en su estilo de vida.
Es Michael Bloomberg al inicio de su carrera, sintiéndose un perdedor pues está en un sótano contando cheques a mano mientras que sus compañeros de universidad (los que sí tenían contactos en la industria) están en los pisos 15 y 16, elaborando elegantes analisis para clientes sofisticados.
Son los abogados judíos, rechazados por las firmas glamurosas de la época (dedicadas al derecho tributario) y relegados a las fusiones y adquisiciones, un area jurídica de segunda en ese momento.
Es Nietzche que a partir de una edad -bastante joven- le da tanto dolor de cabeza leer que deja de leer del todo; cierra los ojos a los estímulos del mundo y torna la mirada hacia la profundidad de su propia mente.
Suele ser en mañas raras, en desviaciones de la norma, en fugas de la tribu, donde se generan reductos de intensidad que le permiten al individuo sobresalir. Capote publica su primer libro y la gente se escandaliza: “¿Cómo puede ser tan bueno alguien tan joven?” ¡Llevaba 14 años escribiendo! Contesta Capote, el niño raro que escribía mientras los demás corrían por los caminos de polvo de Alabama.
Es en el desbalance donde surgen las habilidades diferenciadoras. Capote le lleva miles de horas de prácticas a los demás escritores de su generación y antes de cumplir treinta ya es un prosista descomunal; Nietzche hace rato no permite que las voces de los demás entren en su consciencia y ahora es capaz de conjurar un pensamiento original como ninguno; los abogados judíos montan rancho aparte y han dedicado años a una práctica, otrora desprestigiada y ahora la más solicitada; Bloomberg, al empezar desde abajo, ha desarrollado un conocimiento de la industria que nunca podrán obtener sus colegas que empezaron desde la cima.
Por eso el año entrante voy a leer como un degenerado. Como un desbalanceado. Es una cosa triste que leer sea hoy una ventaja competitiva. Pero es la realidad: en un mundo en el que casi nadie lee, el simple acto de leer le da a uno ventaja.
Y lo cierto es que me encanta leer. Me fascina comprar libros, a pesar de que debo tener más de cien sin leer, pues siento que estoy comprando el derecho a saber algo. Me emociona la idea de entender en un párrafo de un libro olvidado lo que la gente no ha podido entender en siglos. Leo libros que no entiendo casi y otros que entiendo ya demasiado. No importa si son biografías, libros de desarrollo personal, historia o de cómo hacer plata, al final cierro el libro y me siento un poquito mejor parado.
Por eso cuando este año empiecen los intelectuales a criticar a los que suben las fotos de las torres de libro que leyeron este año, cuando los profesores de cuello tortuga digan que ninguno de esos libros vale la pena pues bastan dos o tres libros “esenciales”, cuando por novena vez los superiores se burlen de los que leen Atomic Habits (gran libro) o Sapiens (gran libro), ahí me recordaré a mí mismo que no puedo caer en la tentación del balance y que con este asunto de los libros, como están las cosas, me conviene más que nunca el desbalance.
Recomendación de la semana
Listado de principios:
Esta semana en Atemporal: Conversé con Humberto De La Calle sobre el acuerdo de paz, el contexto en el que lo negociaron, las rutinas de los equipos negociadores, la división del trabajo en una negociación tan compleja, y mucho más!
Esta edición del newsletter es posible gracias a COMFAMA. Pocas instituciones han sido tan promotoras de la lectura como COMFAMA (opinión personal) y hoy quiero contarles que uno de mis lugares preferidos para trabajar -cuando estoy en Medellín- es la biblioteca de COMFAMA al lado del café Otraparte. Es uno de los pocos lugares silenciosos que van quedando en Colombia y siempre me ha gustado trabajar rodeado de libros.
Aquí pueden conocer el catálogo de libros para préstamo que tiene COMFAMA en sus bibliotecas, algunos de ellos en versión digital.
Totalmente identificada con esta Andrés, también en el camino de leer como degenerada.
Llegué a leer 104 libros en un año. Me encantó pero decidí bajar el ritmo porque me dejaba sin tiempo para otras cosas. Ahora leo entre 40 y 50 al año. Creo que cada uno debe encontrar su ritmo y que en nuestra vida pasamos por varias etapas. Leer es fascinante y cada libro es leído de un modo único por cada lector. Vivan los libros y los lectores ávidos y convulsivos. Y felices lecturas en el 2025.