Un aprendizaje de nuestro podcast sobre el trabajo es que una de las principales razones por las que la gente está insatisfecha con su trabajo es que a partir de la Revolución Industrial el trabajo se divorció de la energía y se casó con el tiempo.
Hoy el paradigma hegemónico dice que el trabajo es aquello que sucede de lunes a viernes entre ocho de la mañana y cinco de la tarde. Un mejor paradigma: el trabajo es energía humana que deriva en algún resultado -ojalá- valioso. Como en la física, trabajo es fuerza por distancia; o sea, energía cuyo despliegue avanza algún proyecto. No es asistir a la oficina, no es hacer presencia: trabajar es trabajar.
Ver el trabajo bajo el lente de la energía -y no del tiempo- tiene serias implicaciones. Una de ellas es que uno descubre el ritmo de la semana.
Si el trabajo es un fenómeno atado a un número definido e invariable de horas, entonces no importa qué se haga cuándo. Bajo el paradigma industrial, el trabajo es acerca de que el trabajador ponga de su parte las 40 horas que le corresponden a la semana. La calidad y la intensidad con las que trabaje durante esas horas son aspectos accesorios bajo el zeitgest tayloriano en el que “el tiempo es oro”. Son sólidos bloques de tiempo en los que el trabajo se explaya sin noción de los picos enérgeticos pues da lo mismo mascar más o menos rápido si de lo que se trata es de rumiar durante ocho horas. La energía, en cambio, no puede graficarse como bloques de tiempo sino que se manifiesta siempre en forma de electrocardiograma. Son picos y valles. La energía fluctúa; como una onda de sonido, alcanza registros altos y otros que apenas se despegan del eje horizontal.
La pregunta por la gestión enérgetica ha llegado a los pasillos corporativos pero casi siempre en forma de balance: ¿Qué haces para recargarte? Pro tip: dormir.
Me interesa la administración de la energía desde el punto de vista del timing, esto es, de hacer las tareas según el momento energético del día y de la semana. Este es uno de los ajustes menos costosos que puede hacer una organización para mejorar su productividad. Menos costoso, al menos, que contratar a un gurú de la productividad (o sea yo) para dictar una conferencia un martes lluvioso.
Este es el ritmo usual de mi semana:
Lunes - Lecturas pendientes (todo lo que me sugirieron leer -artículos, papers- lo reenvío para que me llegue al correo lunes a primera hora)/editar episodio de Atemporal/tareas administrativas (pagos, propuestas, mails).
Martes - Trabajo de concentración (escritura)/preparación entrevistas/grabación pauta/preparaciones finales del episodio.
Miércoles - Trabajo de concentración/preparación entrevistas.
Jueves - Trabajo de concentración/preparación de entrevistas.
Viernes - Entrevista.
Advertencia: esta no es una lista exhaustiva de mis tareas; pido encarecidamente a los críticos que no se peguen de esto para ventilar nuevamente el ya trillado cuento de que yo no trabajo.
Con esto quiero ilustrar el ritmo semanal. Noten que el lunes es el día que menos fé le tengo a mi cerebro. No me propongo hacer nada demasiado importante. La semana apenas está empezando y uno quisiera poder entrarle “con maña”, como dicen en Medellín. Lo que veo una y otra vez es que a la gente la cogen el lunes como a los pobres soldados estadounidenses en el día D a fusilarlos sin piedad con ráfagas de ametralladora que no paran. Los resultados son bastante obvios: desde el lunes quedan destrozados, desmoralizados, y no les basta el resto de la semana para reponerse. En un escenario ideal uno quisiera que sus soldados enfrenten la batalla más díficil no como calentamiento sino ya curtidos en combate.
La mitad de la semana -martes, miércoles, jueves- es para atacar los problemas más demandantes, a los que más energía cognitiva hay que vertirles.
Y nuevamente: veo que a la mayoría les interrumpen el ímpetu cogntivio con alguna reunión operativa que les clavan un miércoles a las diez de la mañana. Por Dios: poner a la gente a cuadrar la logística del banquete en pleno pico cognitivo debería ser pecado. Pro tip: cada vez que les propongan reunión en medio de la semana responder “esto suena como a reunión de lunes”. Hay otro tipo de reuniones que no son operativas, a las que hay que llegar con la mente clara y con ideas que aportar. Pero ahí de nuevo lo que parecen indicar los estudios sobre timing es que es mejor agarrar al cerebro en modo difuso, hacia al final de la tarde, que cuando está concentrado en la mañana: concentración y creatividad no son lo mismo.
El crescendo de la semana desemboca en el viernes, en el que me gusta wind down, o sea salir “con maña”; luego de una entrevista mañanera no le pido demasiado al cerebro y aparte de despachar asuntos pendientes no me engaño con la ilusión de hacer nada extraordinario.
Mi trabajo, lo sé, es inusual pues no me exige coordinarme con casi nadie (en lo que se va gran parte de la jornada laboral) y además porque tengo toda la flexibilidad de decidir por mí mismo. Pero insisto: hay ajustes que están al alcance de la mano cuando se entiende que el tiempo no trabaja: siempre ha sido y será el ser humano con su energía el que lo hace.
Dos recomendaciones de la semana
Texto: La crisis de la natalidad por Simón Villegas
Podcast: ¿Bogotá se va a morir? de Tercera Vuelta
Esta semana en Atemporal: Conversé con el exministro de comunicaciones y exdirector de Revista Semana Mauricio Vargas sobre la estrategia del establecimiento colombiano en la década de los 90, la diferencia entre táctica y estrategia en política, cómo sobrevivió Samper al 8.000 y mucho más!
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Afortunados aquellos que ven la apología del trabajo como un mensaje energético al cuerpo y pueden colocarse en posicion de hacer. Que bueno es leerlo y saber que pronto tal vez la forma como queremos que la gente cambie su forma de trabajar es cambiando nosotros ll que esperamos de ellos
La importancia de los ritmos, en el hacer es mucho más importante, nos permte nivelear nuestra energía y al tener esos ritmos ya interiorizados nuestras energías se nivelan y nos permiten actuar cuando estamos bajos, lo que me parece más importante es que mantengamos nuestra energía en buenos niveles al hacer lo que nos mueve el alma, y sobre todo hacer que las cosas pasen.