A partir de enero de este año decidí que habría un nuevo episodio de Atemporal todas las semanas. Entre eso y este newsletter, que también es semanal, he tenido suficiente para disciplinarme. Ser predecible es además una manera de perderse menos en esta avalancha rutinaria de podcasts, newsletters, y videos, que cada vez son —y serán— más.
El compromiso con la frecuencia ha hecho que Atemporal y este newsletter se hayan vuelto mis actividades principales (a excepción de mi proyecto secreto, claro), y que sean las principales avenidas a través de las que me forjo un criterio sobre el mundo. Atemporal en particular me expone a conversaciones con personas excepcionales y siempre me deja pensando en frases, anécdotas, o teorías de mis invitados.
Quise recoger algunas de ellas. Más que aprendizajes, diría que son pensamientos recurrentes que me asaltan sin importar que hayan pasado meses desde la entrevista. Muchos de ellos han sido vitales y los he aplicado en mi vida. Aquí van, con link a los episodios, que los invito a conocer (o revisitar):
La economista Catalina Crane, que negoció la entrada de Colombia a la OCDE, tiene la teoría de que Juan Manuel Santos usó la aplicación de Colombia a la OCDE como un mecanismo de presión para agilizar las reformas locales. No sabemos si efectivamente eso fue lo que estaba en la mente del presidente, pero me parece una genialidad gerencial. Aprobar una reforma porque tenemos una fecha límite de la OCDE tiene más peso —y urgencia— que aprobarla porque el presidente necesita eso para ayer.
Conversé con el reclutador ejecutivo Pablo Londoño, que, por cierto, acaba de inaugurar un restaurante en sociedad con Nairo Quintana. Me impresionó una reflexión con la que llegó de su año sabático viviendo en ciudades europeas: en Bogotá la gente tiene unos apartamentos inmensos, cosa que no hace falta cuando se vive en una ciudad desarrollada, pues la verdadera vida ocurre afuera en la calle y no adentro. Me hizo pensar en que quizás uno de los grandes problemas de Colombia es que sus élites se han desentendido de problemas de la ciudad y se han ido a vivir a sus paraísos privados (clubes, urbanizaciones con carros de golf, apartamentos de lujo). Una desgracia social que ojalá podamos corregir.
El exdirector de la DIAN, Juan Ricardo Ortega, nos dio un baño de realidad bastante frío y bastante amargo. Colombia, dijo, se ha preciado siempre de haber salido invicta de la «década perdida» en la que la mayoría de los países latinoamericanos se quebraron. Se ha dicho que lo que nos salvó fue nuestra tecnocracia y el manejo serio de la economía. Ortega dice que fue la plata de la cocaína. Una realidad que no hemos querido mirar —como tantas cosas que suceden en Colombia y preferimos ignorar—, pero que no deja de ser realidad.
El icónico CEO de Grupo Argos, José Alberto Vélez, contó una anécdota fantástica de cuando compraron una cementera en Estados Unidos. Estaban en una especie de subasta en la que el mejor postor se quedaba con la compañía. En su equipo, unos proponían ofrecer un precio levemente superior al que creían que iba a ofrecer la competencia, pero José Alberto dijo: «no pensemos como antioqueños. No intentemos ganarnos unos pesitos. Ofrezcamos el mayor precio que estamos dispuestos a pagar». Así hicieron y siquiera: la competencia terminó ofertando un precio superior al que habían anticipado, pero que resultó inferior al máximo precio que estaba dispuesto a pagar Argos. Hoy la mitad de los ingresos de Argos vienen de su operación en USA. Esa anécdota tiene que ver con la idea de actuar de tal modo que deje la conciencia tranquila, que he advertido como el ethos de varios ejecutivos del GEA. Una idea que probablemente viene de Jorge Molina, que fue alcalde de Medellín y dirigió SURA, y que repetía una frase algo críptica: que había que obrar de tal forma que se pudiera dormir sobre una almohada de plumas.
El exalcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, se desahogó en Atemporal y dijo que los arquitectos se llevan todo el mérito de los grandes parques y edificaciones. De los alcaldes —que probablemente sufrieron más para lograrlas— nadie se acuerda. Así, la gente se acuerda que Frederick Olmsted fue el arquitecto de Central Park (yo no sabía), pero nadie tiene ni idea de quién fue el alcalde que propició el proyecto (ni lo pude averiguar con una rápida búsqueda en Google. Lo siento, Peñalosa).
Javier Mejía es un brillante profesor que antes de dar clases en Stanford dio clases en ¿Cartago? (bienvenidos a Colombia), y que está trabajando en un paper sobre la rebelión en Colombia. Parte de la razón por la que el Estado colombiano ha sido débil, especula Mejía et Al, es porque el delito de rebelión ha tenido unas penas increíblemente bajas. Esto es producto de la negociación de élites regionales con las élites centrales y, más importante, ha sido un impedimento enorme en la construcción de la nación. Idea intrigante que no había escuchado antes.
David Escobar, director de COMFAMA, me contó una frase que le dijo su mentor Juan Felipe Gaviria. Luego de una reunión acalorada, en la que David defendió con vehemencia su postura, Juan Felipe se le acercó por detrás y le dijo al oído: «acordate, guevón, que un problema puede tener más de una solución». Es una idea simple, pero muy cierta. Cuando uno está empecinado en evitar que su contrincante adelante la estrategia X o Y, se le olvida que hay una alternativa Z que tiene el potencial de volver irrelevantes tanto a X como a Y, pues resuelve el juego en una sola movida.
Rafael Obregón fue el encargado de construir Ciudad Salitre por mandato directo del presidente Virgilio Barco. Obregón, que ha estado cerca del poder en Colombia durante décadas, ofreció un diagnóstico de nuestro descalabro nacional: por andar afanados intentando resolver nuestros problemas no nos hemos detenido a pensar en lo que hay que hacer. Nos ha faltado, sugirió Obregón, perspectiva y sobriedad.
Alejandro Mesa me cambió la vida primero cuando dijo que uno podía tener lastima del que fuera, pero no de uno mismo. Y segundo, con el cuento del secreto de las brujas. «El secreto de las brujas», dice Mesa, «es que a lo que uno le pone atención, crece». Cuando la bruja le augura a uno que conocerá al amor de su vida, uno empieza a escanear la calle hasta dar con él. Mesa cuenta un ejemplo personal: por estar fijando toda su atención en la debacle de Venezuela (donde él tenía una fábrica), el problema solo creció y cooptó todo su ando de bancha empresarial. Si en cambio hubiera puesto la atención en nuevas oportunidades de negocio para reemplazar el hueco generado por la fábrica en declive, está seguro que habrían consolidado, en ese mismo tiempo que dedicaron a preocuparse, una fuente de ingresos alternativa. Desde entonces cada vez que estoy abrumado me pregunto si estoy agrandando el problema al poner la atención sobre él y si no habrá un mejor lugar en el cuál fijarme.
Juan Pablo Ramírez, amigo del gremio podcastero y que muy pronto lanzará su propio podcast de conversaciones largas (y si no lo lanza va a afectar mi reputación, ojo pues JPR), puso en palabras algo que yo no sabía expresar. Los pocos libros empresariales que hay en Colombia son aburridos porque se hacen desde la perspectiva del historiador, no del storyteller. «No recrean diálogos, no crean tensión», algo así dijo Juan Pablo.
Recomendación de la semana
Banda: Bleachers
Estoy fascinado con esta banda. Creo que es porque tiene espíritu melancólico del indie folk gringo, pero es un poco más upbeat. Por ahora mis canciones preferidas son Chinatown, Modern Girl, How Dare You Want More, y Everybody Lost Somebody.
Esta es Modern Girl, su canción más reciente:
Esta semana en Atemporal: Conversé con Dany Hoyos, el creador de Suso y autor de El árbol de Guayacán, sobre las particularidades de la comedia colombiana, el fenómeno de Perros criollos, el éxito del show de Suso, las lecturas que lo marcaron, el campo colombiano, entre otros.
Disponible en Spotify y Youtube.
Buen resumen; gracias.
Sobre la intención que llevó a la entrada de Colombia a la OCDE, recuerdo algo muy parecido narrado en clase por la ex-ministra Luisa Fernanda Lafaurie R, respecto a la firma del TLC con los Estados Unidos.
Según ella, más allá de los beneficios directos del TLC en la economía, en el gobierno (del presidente Uribe), había una meridiana claridad sobre el impacto positivo que traería al ecosistema local la firma del tratado: al someter los acuerdos comerciales al cumplimiento de las leyes de ambos países, Colombia terminaría por reglamentar mejor su comportamiento contractual y se crearía así, una cultura de cumplir con lo prometido, algo de lo que adolecemos derivado de nuestro precario sistema de justicia.
Hola Andrés, gracias por la recopilación. Quiero resaltar tres temas los cuales considero impactaron estrepitosamente este año, en mi opinión el impacto fue en lo que usted representa para todos aquellos que nos lucramos de su esfuerzo y tesón (Y sin duda algo de Usted emana en lo que hace). El empujón de Nicolás (Al iniciar nuevos proyectos y dejar un reto muy grande.... !El proyecto no se puede acabr carajo!), la lucha contra el analfabetismo (lectura voraz de libros.... que cambia la forma de hablar y pensar, alterando el curso del futuro) y Persistencia con Periodicidad (entrevistas y newsletter cumpliendo un cronograma). No me quiero extender mucho y creo no es este el medio para hacerlo, encontraré otro, tampoco llenaré de elogios desvergonzados este mensaje por que sé que no le gustan y tampoco me gusta hacerlo, pero quiero decirle que está aportando a esta sociedad en algo, pero como no soy vocero de la sociedad hablo en mi nombre y le digo que he recibido conocimiento, inspiración y algo de motivación. Espero este proyecto siga, crezca y le retorne.
Cordialmente,
Diego Chavarría