Hay una familia de empresarios paisas con apellido paisa que tiene una costumbre comprometedora. Entre hermanos (son como 9) se retan a hacer cosas vergonzosas, como ir a venderle los tres halls que sobraron a un desconocido. Es su forma de entretenerse, retarse día a día a hacer aproximaciones en frío y vender algo. Esa dinámica familiar ha producido unos vendedores tan sagaces que a mí, francamente, me asustan. Tan imbuida está la costumbre en el ADN familiar que, cuando estaba en el colegio, uno de los hermanos asistió a la charla de un egresado célebre, se le acercó al final —sin que nadie lo retara— y terminó consiguiéndole una práctica en la embajada de China a su hermano mayor.
Envidio esa costumbre familiar. Reduce la vergüenza, acostumbra a hacer, y desarrolla auto confianza. Ya sé que parezco promocionando un producto con eucalipto, miel y propóleo, pero es verdad. Además, entre más se práctica el aproximamiento en frío, la venta transita de trivialidades, como los tres halls, a acciones comprometedoras, como conseguirle una cita al hermano con el embajador.
De cuando me entusiasmé con el squash
Fue una época en la que, al tiempo que un amigo se arrepintió de consagrarse como sacerdote, yo estaba tan perdido vocacionalmente que estaba aplicando a consultoras de recursos humanos. Eran días de tedio y ansiedad. El squash sirve para ambas cosas. El mieltertos quizás también. Pasabamos nuestros días de desempleo en el edificio de mi amigo, que tenía cancha de squash. Al menos eso nos quedaba.
Todo iba bien hasta que su papá decidió no volver a prestarme su raqueta. No por amarrado sino —supongo— por enseñarme una lección sobre lo que implica tener propiedad. Quizás él también sueña con una sociedad de propietarios. Quién sabe. En todo caso era el mes tres de desempleo y yo no podía darme el lujo de ceder ante el capitalismo y comprar una raqueta de 100 dólares.
Pero el tedio puede más que un bolsillo flaco y eventualmente apreté los dientes y compré la raqueta. A las pocas semanas de mi nueva condición de propietario advertí algo: mi entusiasmo por el squash se había triplicado. De repente estaba organizando mi calendario (cosa realmente fácil en ese entonces) para no perderme partidos de squash. Es más: estuve a punto de suscribirme a Squash TV para verme todos los partidos de Miguel Rodríguez (¿sabían que un colombiano lleva años en el top 15 de squash?).
No terminé suscribiéndome a Squash TV, porque tampoco iba a ceder tanto frente al capitalismo. Pero era increíble la manera como una inversión de 100 dólares me había insertado en un tremendo momentum squashero. Esa compra, resulta, había sido una acción comprometedora.
Lo que sorprende a los bogotanos que visitan Medellín
Ellos dicen que es el espíritu emprendedor de la gente, pero en realidad es algo más concreto. Lo que fascina a los rolos es que el lapso entre que al paisa se le ocurre la idea y que la empieza a ejecutar es tan corto que parece como si lo primero y lo segundo fueran un mismo evento. En esa unión entre pensamiento y acción, los paisas son como Theodore Roosevelt: pure act. Acción pura.
Entre todos los argumentos que apuntan a que no soy un verdadero paisa, el más convincente, me parece, es que no tengo esa unidad de acción y pensamiento. Carezco de la condición que permite pasar a la acción sin un periodo previo de susto y duda. Entre el momento en que se nos ocurrió la idea de 13% y el lanzamiento del primer episodio pasaron ocho meses. Ocho. Meses. En mi primer proyecto yo, allegedly a paisa, me había demorado casi un año en empezar a materializarlo. No fue como que se nos ocurrió la idea y luego la archivamos ocho meses. Durante ese tiempo estuvimos «trabajando» la idea de manera sagrada todos los sábados. Lo que explica ese lapso entre idea y ejecución es que estábamos preparándonos en vez de estar llevando a cabo acciones comprometedoras.
¿Acciones comprometedoras para un naciente proyecto de podcast? Comprar los micrófonos. Entrevistar a alguien. Descifrar cómo publicar en Spotify. Son acciones obvias que lo involucran a uno más profundo en el proyecto, incrementan los costos de renunciar, pero que se evitan porque asustan. Investigar y preparar no asustan porque finalmente es lo que uno lleva haciendo toda la vida (a menos que pertenezca a esa familia de 9 hermanos empresarios) y resulta tanto más natural que ponerse a hacer lo que hay que hacer.
Ese lapso entre idea y ejecución, tan usual en hacedores primerizos, es peligroso pues pone en riesgo el entusiasmo. Y el entusiasmo —esto vale la pena recordarlo mil veces— es un recurso frágil y escaso. No hay que tomarlo por sentado y en cambio hay que hacer todo lo posible por capitalizarlo. La mejor manera de matar el entusiasmo es con una preparación extensa que no lleva a nada. Es mejor gastar ese entusiasmo en acciones comprometedoras, pues solo así se puede conjurar momentum, que no es otra cosa que un flujo renovado de entusiasmo.
Recomendación de la semana
Película: Los reyes del mundo de la directora Laura Mora
Primera vez que recomiendo dos películas seguidas y además de la misma directora. Pero no había visto esta y me pareció realmente sensacional. Es sobre Colombia, un road trip a pie, y está en Netflix.
Esta semana en Atemporal: Conversé con el cineasta Victor Gaviria sobre la diferencia entre los hechos y las mentalidades cuando se revisa la historia. Quedó consignada en este episodio la mentalidad que había en los 80 respecto del narcotráfico. Me sorprendió y seguro a ustedes también los sorprende.
Esta edición del newsletter es posible gracias a COMFAMA. Pocas instituciones han sido tan promotoras de la lectura como COMFAMA (opinión personal) y hoy quiero contarles que uno de mis lugares preferidos para trabajar -cuando estoy en Medellín- es la biblioteca de COMFAMA al lado del café Otraparte. Es uno de los pocos lugares silenciosos que van quedando en Colombia y siempre me ha gustado trabajar rodeado de libros.
Aquí pueden conocer el catálogo de libros para préstamo que tiene COMFAMA en sus bibliotecas, algunos de ellos en versión digital.
“Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”, dice Eduardo Galeano, parafraseando a Aristóteles a quien también se le atribuye este aforismo y es correcto. No hay tal dicotomía entre idea y acción; actuamos según la idea que tenemos o en otras palabras: somos lo que pensamos porque actuamos según lo que pensamos.
Actuamos según lo que nos motiva (el tan vapuleado Propósito o el Sentido de Frankl); por lo tanto el pure act de Theodore Roosevelt (de acuerdo!) y de muchos otros no eso más que pure compeling (punto).
No hay personas fracasadas o ineficaces o perezosas, lo que hay es personas sin la motivación o el Propósito correcto o en palabras de Nietzche: "Quien tiene un porqué siempre encontrará un cómo"
Extrañaba leerte. Estaba muy deprimida por haber cedido mi humanidad para conseguir un trabajo estable con pensión, pero ya me tomé unas vacaciones del trabajo, y volví a ser yo misma, y a leerte y a interactuar contigo cada vez que te leo. Te quiero aunque no te conozco 💗